«Brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». (Mt. 5:16)
Hermana Lucilla nació en Formeniga, provincia de Treviso (Italia), el 13/9/1936 y fue bautizada en Formeniga, diócesis de Vittorio Veneto, el 19 del mismo mes, con el nombre de Emma Da Re. Ha ingresado como postulante en la Congregación de las Religiosas del Santo Rostro en San Fior (Treviso) el 21/05/1955, dando inicio a su camino de seguimiento a Jesús, que la había atraído con la luz de su Rostro. Ingresa en el Noviciado el 21/11 del mismo año y emite la Primera Profesión de los Consejos Evangélicos el 10/12/1957 con el nombre de Sor Lucilla, asumiendo ese día la misión de difundir la luz del amor y del servicio a los hermanos que sufren.
Dos días después de su Primera Profesión, partió para Roma para comenzar los estudios de enfermería, pero, en poco tiempo, tuvo que tratar de una enfermedad que la mantuvo alejada de la comunidad durante un tiempo y la hizo sufrir, pero también crecer en la fe y en el don de sí misma. Pasada la enfermedad, continuó sus estudios siempre con ese espíritu de servicio y generosidad hacia los necesitados.
El 19/03/1963 en la Casa Madre de San Fior hace su Profesión Perpetua. Desde esta fecha hasta el 29/10/2011 ha servido como enfermera a muchas personas que se han confiado a sus cuidados, en el quirófano de la Clínica de Roma, en la casa di reposo de Sarteano y a nuestras hermanas de la enfermería de San Fior. Siempre con gran cuidado y celo en el servicio a todos con el deseo de dar serenidad y esperanza especialmente a los que sufren. También estuvo muy vecina , dedicándose periódicamente, a su única hermana de sangre que padecía una grave enfermedad.
Su vida estuvo marcada por una gran generosidad, a veces su excesivo celo provocaba algunas discusiones o malentendidos en la comunidad, mas, luego todo se aclaraba y se perdonaba en el seno de la misericordia de la vida fraterna. Nunca se escatimó, incluso en sus últimos días, antes de empeorar, ponía gotas en los ojos de una hermana mayor que ella. La generosidad era su característica dentro e fora, de hecho recogía medicinas y ropa para enviar a las hermanas misioneras para los pobres, con el deseo de ir también al extranjero. Sabía involucrar a los amigos y conocidos para que ellos también hicieran buenas obras.
Cada día sacaba fuerzas de la oración, de la intimidad con su Señor e, especialmente en los últimos años de su vida pasaba horas y horas en la capilla rezando. Amaba y cultivaba su vocación valorando y participando activamente y con entusiasmo en los diversos momentos y encuentros comunitarios. Debido a su excesivo celo, siempre pedía perdón y continuaba sirviendo a la comunidad incluso en las cosas más sencillas, especialmente echando una mano a las hermanas más necesitadas.
Cuidó con gran celo la capilla de la Beata Mastena, donde pudo conocer y consolar a muchas personas. Sentía pasión por las plantas y las flores. Le encantaba regalar una plantita a las personas que conocía, incluso a sus hermanas, y era feliz cuidando, regando y viendo crecer y florecer junto a ellas la alegría en el rostro de las personas. Sabía vivir serenamente con la grave enfermedad, que acababa de descubrir, y se entregaba en las manos del Señor con confianza porque hacía suya la máxima de la Beata M. Pia Mastena: “La puerta del cielo se abre a los incansables en las fadigas , a los alegres en la angustia, a los confiados en la muerte…”. Así, con 88 años de edad y 68 de vida religiosa, nuestra hermana Lucilla Da Re regresó gozosa a la Casa del Padre en la quietud de la noite del 7 de enero de 2025. ¡Adiós Hermana Lucilla! ¡Nos vemos en el cielo!