“Yo soy la puerta: si alguno entra por mí, será salvo;
entrará y saldrá y encontrará pastos" (Jn 10,9).

El hermoso mes de abril, como lo definió nuestra Beata Fundadora, nos hizo sentir una vez más la pérdida de una hermana que había dedicado su vida a la investigación, al amor y al servicio al Santo Rostro.

Hermana Rosangela Caregnato, que en el bautismo recibió el nombre de Raffaella, recordando el ángel Rafael como quel que cura porque es medicina de Dios, nació en Curtarolo (PD) el 6 de febrero de 1947 y es la undécima de doce hermanos.

Mientras celebrábamos el día del Buen Pastor, sin que nos diéramos cuenta Él se estaba “preparando” para llevar sobre sus hombros a nuestra querida Hermana Rosangela que, después de una jornada vivida en el corazón de la comunidad, en participación feliz y serena en los momentos comunes, atravesó esa puerta que tantas veces indicaba a los pacientes sufrientes a los que asistía, ayudándolos a entregarse en manos del buen Pastor.

Fue así que en plena noche del 22 de abril, en los brazos de las hermanas que intentaban mantenerla como peregrina en esta tierra, el Buen Pastor la llevó consigo, para que pudiera disfrutar plenamente de aquellos pastos que siempre ha buscado en la tierra desde el día en que abandonó el seno de su familia en 1965, para emprender el camino de formación entre las Hermanas del Santo Rostro.

Con su consagración religiosa, que tuvo lugar en San Fior en septiembre de 1968, prometió a Dios ofrecer su vida en donación perenne por los hermanos más humildes y necesitados. Como había jurado ante el altar, así vivió a lo largo de sus cincuenta y cinco años de vida consagrada, en todas las comunidades donde fue enviada, de Treviso a Roma, de Casarano a Sarteano y de regreso a Roma, sirviendo con delicadeza, extrema atención y compasión por con los enfermos y ancianos confiados a su misión de medicina de Dios, no sólo como enfermera sino sobre todo como religiosa, haciéndose uno de ellos al reconocer en aquellos rostros desfigurados por el dolor el mismo Rostro de Cristo sufriente. Al calmar sus dolores y heridas no sólo físicas sino también morales y espirituales siguió el ejemplo del Buen Pastor. Hermana muy atenta a los acontecimientos de la historia e tenía una atención dedicada a las necesidades de la Iglesia, actuando muchas veces como portavoz de los acontecimientos de la Iglesia particular, además de mostrar gran atención e interés en el camino de las jóvenes en formación, pidiendo siempre noticias de las comunidades de misión, haciéndose presente con la oración.

Así, en el silencio de la noche, nuestra querida Hna. Rosangela sin hacer mucho ruido se dejó llevar serenamente en los hombros del Buen Pastor que la hizo cruzar esa puerta que es Él mismo y ahora de los pastos eternos, junto con muchas de nuestras hermanas, intercede por nuestra querida Congregación, la cual dedicó toda su vida.

Madre Lina Freire de Carvalho