Hna. Nicolina, nacida en Spinazzola en 1920 y bautizada con el nombre de Ottavia Laviola, ingresó al Instituto de Religiosas del Santo Rostro en 1972 como novicia. Su vida como religiosa comenzó mucho antes, en 1951 entre las Hermanas Misioneras de la Madre de Dios, Instituto que fracasó con los cambios que la Iglesia pedía de la Vida Religiosa con el Concilio Ecuménico Vaticano II.
Sor Nicolina, guiada por su padre espiritual, eligió vivir entre las religiosas del Santo Rostro, abrazando el carisma de contemplar y dar a conocer el Santo Rostro, emitiendo sus votos en 1973 tras el breve período de formación que exige a quienes hacen transición de una institución a otra. Tras su profesión definitiva en 1976 vivió en diversas comunidades, realizando los más variados servicios, según se le exigía, siempre con buen ánimo y dedicación.
Antes de enfermarse y tener que pasar por la enfermería, vivió en ocho comunidades. En todos estos y en los servicios que realizaba como superiora o cocinera, la virtud que siempre la ha caracterizado ha sido la prudencia, la discreción en el hablar y la bondad en las relaciones. Hermana de gestos concretos, de las palabras edificantes cuando escribía, transmitiendo la bondad y la dulzura del Señor.
A pesar de los diversos problemas de salud, Hna. Nicolina ha demostrado que es más que robusta como dice el Salmo 89, 10: "Los años de nuestra vida son setenta, ochenta para los más robustos", habiendo cumplido su centenario, como dice el Evangelio. En verdad os digo: “si no os convertís y os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos ”(Mt 18, 3), los últimos años de su vida fueron totalmente dependientes y abandonados en manos de los que la cuidaban. para ellos., como aquel "niño tranquilo y sereno destetado en los brazos de su madre, como un niño destetado es mi alma" del que habla el Salmo 130. Y su vida era alabanza al Señor cuando podía caminar, hablar, trabajar y su vida fue una alabanza a Dios cuando se quedó sin poder hablar, caminar, porque su experiencia, su rostro, su serenidad nos hablaba de Dios porque el Señor está allí donde la vida dada se hace testimonio con una sola mirada y muchas veces un deseo de expresar una palabra.
Gracias Sor Nicolina por ser y seguir siendo ejemplo y testimonio de ternura, bondad y vida entregada con alegría y sencillez.
Madre Lina Freire de Carvalho