En la tarde del 10 de junio de 2021, Hna. Celinia dalla Torre regresó a la casa del Padre para cantar Su bondad para siempre. La vida de Hna. Celinia fue como esa vela que se consumía para dar luz o como la melodía de esa nota tocada que, después de haberla escuchado, deja nostalgia a quienes la han escuchado pero ya no se ven. La música, la canción fue la primera imagen que me vino a la mente en la tarde, cuando supe que Hna. Celinia había sido llamada a cantar la bondad del Señor para siempre.
Hna. Celinia, nacida en el mundo (Giuliana Dalla Torre) nació en Oderzo (TV) el 20 de abril de 1932 de una familia cristiana donde respiraba el compromiso de vivir el Evangelio. En 1950 se incorporó a las Religiosas del Santo Rostro e hizo su primera profesión en San Fior el 26 de octubre de 1952, junto con su querida gemela, Hna. Placidia.
Con la consagración religiosa sor Celinia inicia un itinerario que se puede definir como alegre y entusiasta, como las notas que saltan de una música a otra, trayendo alegría, entusiasmo; así fue su vida, vivida en el generoso don de sí mismo dando vivacidad donde pasó por su personalidad activa y siempre en busca de la belleza, buena y útil para hacer crecer la vida de la comunidad donde vivió el carisma que abrazó con todas sus fuerzas porque consideraba a la Congregación como su nueva familia, y así era.
Con la profesión perpetua hecha el 10 de diciembre de 1957, se ofreció por completo al Señor, a la Iglesia, a la Congregación, preparándose para servir al Reino de Dios donde más se necesitaba.
Con su servicio de enfermera pasó por diversas comunidades, especialmente en Francia, llevando alivio y consuelo a los hermanos desfigurados, a quienes siempre acogió con alegría y amabilidad. También sirvió como guía en las comunidades y en el consejo general durante varios años. Siempre ha buscado el crecimiento y el bien de la Congregación transmitiendo el espíritu de entereza y entrega de nuestra Beata Fundadora, abriéndose a nuevas realidades y convirtiéndose en apóstol del Santo Rostro también en tierras asiáticas donde transmitió el carisma con tanto ardor y entusiasmo para que otras personas y jóvenes pudieran conocerlo y abrazarlo.
Nunca se detuvo hasta que su mala salud la obligó a hacerlo, a menudo pidiendo poder regresar a donde ya había vivido en una vida de donación. En los últimos años ha sido una presencia y compañía alegre entre los huéspedes del hogar del los ancianos en San Fior, hasta que le fallaron las fuerzas y casi de repente nos dejó sin la posibilidad de poder saludarla y decir que nos veremos en el cielo (realidad de donde viene su nombre) Celi, como amaba llamarle su hermana gemela y cohermana sr. Placidia que disfruta ahora de su presencia y juntas cantan gozosas las alabanzas del Señor por siempre.
Madre Lina Freire de Carvalho