Aquí estamos Señor, deseamos expresar nuestro más sincero agradecimiento la Hermana Luciana, por cada gracia que le has dado, por lo que has trabajado en ella y a través de ella.
Por amor le diste la vida, dándola a luz en las calles de Chioggia el 4 de julio de 1940. Sus padres la llevaron a la pila bautismal, eligiendo para ella el nombre de Rosanna y tu gracia empezó a crecer y dar frutos en ella; La llevaste de la mano, no solo en la vida familiar, sino también en la vida cristiana, en la parroquia y en el oratorio. Tu amor siguió llamándola, presentándola a las Hermanas del Santo Rostro, Beata María Pia Mastena. Gracias Señor porque no solo la llamaste, sino que favoreciste su respuesta, todo su camino formativo desde el postulantado, que comenzó en vísperas de la Asunción de 1961, continuó en el noviciado hasta su primera profesión, celebrada en la fiesta de S. José en 1964. Gracias por su Sí, por su vida totalmente entregada en votos perpetuos, hechos bajo la protección del esposo de la Virgen María, en 1969.
En la vida religiosa su nombre se ha convertido en el de Sor Luciana, recordando así a todos la luz de Tu Rostro. También la hiciste crecer al permitirle estudiar, hasta el punto de convertirse en profesora de religión.
No pocos son los retos que Tú, Señor, la has lanzado, para que esté cada vez más cerca de Ti, viviendo por Ti y para Ti, entregándose en la comunidad, en la pastoral parroquial, en el cuidado de los demás, en la escuela. Te buscaba en los rostros de la gente, especialmente en los jóvenes. Estamos seguros, Señor, que a través de ella has llegado al corazón de muchas personas, trayendo tanto bien y consuelo, también a través de la sonrisa y la risa alegre de sor Luciana.
Claro Señor, no siempre fuiste tierno con ella, la llevaste por toda Italia, desde el norte de Chiarano, a Cogollo en las mesetas de Asiago y luego al sur a Casarano, y luego otra vez al norte, entre San Fior, Cessalto, Santa Maria di Non. Finalmente la llevaste a Roma, a nuestro Hogar de Ancianos y la Residencia de Estudiantes. Varias veces la habéis llamado para poner a disposición sus dones para el bien de su familia religiosa, no solo en las diversas comunidades, sino también en muchos Capítulos Generales.
Más de un par de veces no ha sido fácil para ella decir que sí, su fuerte temperamento no siempre la ha ayudado, pero su generosidad es un regalo tuyo que siempre ha cuidado y aprovechado. También por esto decimos: ¡gracias!
En estos dos años le habéis lanzado un desafío final de amor, el de la cruz, de la enfermedad y una vez más ha respondido a su generoso Sí, con la ayuda de vuestra gracia, la competencia del personal sanitario, la cercanía de los familiares, de las hermanas y del personal de la Casa Madre, donde Tu Rostro se le manifestó en Su belleza de Crucifijo - Resucitado.
En la cuna de su familia religiosa, Tú la llamaste por última vez, en la madrugada del 23 de septiembre, y ella, serenamente, volvió a responder Sí, con una sonrisa en los labios.
¡Gracias Señor! ¡Gracias Hermana Luciana!
(Hermana Daniela Martinello)