El 18 de julio, a las 9:00 a.m., mientras la comunidad de la Casa Madre celebraba la Eucaristía, el Señor llamó a la Hna. Emilia Corazza para sí mismo, que durante toda su vida deseó este encuentro. Así que escuchamos en la antífona de la comunión: "Bienaventurado el que mora en tu casa; siempre canta tus alabanzas" (Sal 84, 5).

Hna. Emilia Corazza (bautizada con el nombre de Ida) nació el 11 de diciembre de 1915 en Porcia (PN) y fue presentada en la pila bautismal el día de la Epifanía de 1916, recibiendo el nombre de Ida. Recibió el sacramento de la Confirmación el 2 de febrero de 1923 y entró en la Congregación de las Religiosas del Santo Rostro después de la Segunda Guerra Mundial y una larga experiencia de trabajo doméstico en la casa de los Príncipes Ruspoli, a quien amaba recordar como una época que la forjó personalidad.

Recibida con alegría por la Bienaventurada María Pia Mastena, el 14 de febrero de 1947 y entró en el noviciado el 28 de septiembre de ese año, hizo su primera profesión el 21 de noviembre de 1949 y los votos perpetuos el 21 de noviembre de 1955. A ejemplo de la Bienaventurada madre Mastena, heredó el espíritu de oración y sacrificio que la caracterizó a lo largo de su vida y en los diversos servicios que realizó en la Congregación. Vivió muchos años en Roma , en la Casa di cura Santo Volto, en Santa Maria in Campitelli y en Santa Maria delle Mole, siempre como responsable de las vestimentas y en servicios generales. El 1 de diciembre de 1998, con 83 años de edad, vino a San Fior para descansar, hacer crochet y rezar a Nuestra Señora. Mientras pudo, ayudó en muchos servicios pequeños y preciosos y luego, durante muchos años, siempre vivió su espera con el rosario en sus manos. Ella deseaba morir joven, pero hasta ahora ha sido la única Hermana del Santo Rostro que ha alcanzado y excedido los cien años, las últimas velas extinguidas fueron 102.

De temperamento fuerte, como el nombre que llevaba: Ida (mujer guerrera) Corazza (armadura), a veces se expresaba con dureza, pero en realidad la Hna. Emilia siempre ha amado la ternura de María, la Madre a quien fue a visitar en varias Santuarios marianos, sobre todo al Divino Amore, donde durante muchos años, cada sábado por la noche, caminó 18 km a pie, en peregrinación junto con otros devotos, para pedir a la Virgen la gracia de la santidad y una buena muerte.

La vida de la Hna. Emilia era sencilla y austera, tímida para los eventos recreativos pero siempre lista para el deber y el servicio. Era imposible que no fuera María Santísima encontrarse con ella en su agonía, de hecho el día de Nuestra Señora del Carmelo fue muy malo y todos pensamos que en ese día Nuestra Señora la habría acompañado al encuentro con el glorioso Rostro del Señor, en vez ella era los próximos dos días para llevarla a otra fiesta Mariana, quizás menos conocida: Santa Maria Greca.

Esta Madonna, que es la patrona de Corato-Bari, tiene una pastoral griega en su mano derecha, de ahí el nombre griego. En 1656 liberó a Puglia de una gran plaga y se celebró el 18 de julio, el día en que tomó a hna Emilia de la mano para llevarla a la casa del Señor y permitirle disfrutar de la dicha de su presencia y cantar sus alabanzas para siempre. Dicen que esta imagen de María Greca parece decir a todos: "Recuérdenme con confianza, hijos míos, estoy dispuesta a escucharlos, no duden, soy Reina, pero también soy su madre".

Gracias, Hna. Emilia, por enseñarnos a amar y confiar siempre en María Santísima, la Madre que constantemente está a nuestro lado y nos guía hacia Jesús. No olvides continuar con tu rosario por todos nosotros. (Madre Annalisa Galli)


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