Sr. Illuminata Barazzuol - 31/10/2015
El último día del mes del Rosario, el día de reposo de María, el Señor le dijo a la Hna. Illuminata: "Mi amiga se adelantó" y se presentó ante todos los invitados "para participar en la boda eterna del Cordero. . "Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (ver Liturgia del 31/10/2015, Lc 14, 10b - 11)
Elisabetta Barazzuol (Sor Illuminata), nació en Refrontolo (Treviso) el 28 de agosto de 1924. Fue bautizada en Barbisano (TV) el 07/09/1924 y recibió el bello nombre que marcó todo su viaje de confianza y esperanza porque Elisabetta significa: Dios es un juramento, mi Dios es la perfección, es la abundancia. En la primavera del Año Santo de 1950, el 3 de abril, Isabel entró silenciosamente en el umbral de las Religiosas del Santo Rostro, para convertirse en una de ellas. Después de seis meses ingresó al noviciado recibiendo un nuevo nombre: Sor Illuminata.
Fue un día muy fecundo aquel 8 de abril en que se vio entrar en la historia de la congregación el último grupo de 10 novicias acogidas por la fundadora. La Bienaventurada María Pia eligió los nombres de sus hijas al explicar el significado afectivo y espiritual y siempre lo hizo con el deseo de que el nuevo nombre sea el comienzo de una nueva vida. Iluminada por la luz del Espíritu Santo, Isabel ya no titubeó e instó a caminar rápidamente por el sendero del Señor, sin perder el tiempo. Su objetivo era el Rostro del Señor, que buscaba incansablemente guiado por el corazón de María.
El 26/10/1952, junto con su hermoso grupo, emitió la Primera Profesión Religiosa y el 10/12/1957 emitió la Profesión Perpetua para cantar para siempre la misericordia del Señor. Pasó su vida religiosa como una santa peregrinación al Reino definitivo y trabajó en la comunidad de Roma-Clinica, en la Casa Madre de San Fior, en Vittorio Veneto - Villa Antonia, en Santa Maria delle Mole en la curia general, en Vittorio Veneto en la Casa de la Espiritualidad y nuevamente en San Fior para viajar la última parte del camino para encontrarse con el Señor.
En estas comunidades, Hna. Illuminata se entregó por completo y llevó a cabo muchos servicios pequeños y grandes con extrema simplicidad. Desde el amanecer hasta la puesta del sol y más allá de la puesta del sol, sirvió al señor y a los hermanos como enfermera, cocinera, superiora, en servicios generales, pero sobre todo como una hermana de todos, disponible y serena, capaz de escuchar, consolar a los afligidos y aconsejar a los incrédulos. Ante las necesidades o dificultades de la Congregación o de la comunidad, las manos nunca se lavaron indiferentemente, pero su sentido de pertenencia las puso inmediatamente de rodillas para lavar los pies a los necesitados, sin distinción de personas.
Sor Illuminata es la hermana que nos gustaría tener en nuestras comunidades, porque es serena, amable, silenciosa, discreta, servicial, atenta a las necesidades de los demás y disponible. Mujer de oración y comunión; mantuvo en su corazón, como Maria, todas las preocupaciones y dio a los demás la miel de sus palabras y acciones. Es obvio que ella también tuvo que luchar todos los días con rastros del pecado original grabado en su DNA, pero lo hizo tan espontáneamente y con confianza que sus límites no pesaban sobre los demás. Había interiorizado profundamente la espiritualidad de la Bienaventurada María Pía y se había entregado a sí mismo para hacer que el Rostro de Jesús en los hermanos sonriera en todas partes, incluso a costa de algún sufrimiento. Con la misma sencillez con que vivió, casi de puntillas y criada por María, en la mañana del 31 de octubre de 2015, la Hna. Illuminata regresó a la casa del Padre para celebrar la solemnidad de todos los Santos en el cielo.
Gracias Hna. Illuminata, tú también es parte de "los que dejan pasar la luz", así un niño definió a los santos, y podemos decir de ti: ha dejado pasar la luz de tu Señor por el testimonio sereno, silencioso y generoso de la su amor misericordioso. Gracias por el bien que has hecho y ahora brilla como una antorcha frente a Tu Cónyuge que te amó y se entregó por ti. El juró el día de tu bautismo para darte vida eterna en abundancia, ¡qué hermoso! Dios ha cumplido su promesa y ahora estás con él para siempre, brillando más que nunca contemplando la belleza del Rostro del Señor resucitado, junto con la Bienaventurada María Pía y todas las hermanas que te han precedido. No olvides interceder por nosotros, hermanas en camino hacia el misma meta.
Gracias también a las hermanas de la enfermería, a las hermanas de la Casa Madre, las señoras que colaboran con nosotros. Todos te han ayudado amorosamente durante estos largos años de enfermedad, y ahora esperan de ti una oración de intercesión para poder caminar, con fe y esperanza, en el camino del amor sin fin. Adiós luminosa, hasta el cielo!
Madre Annalisa Galli